Nació en el oriente del Estado de México, creció en ambientes sociales donde lo surreal era lo cotidiano en medio de la realidad esquiva. Una calle solitaria, inacabada, huidiza; una casa avejentada o una habitación en penumbra fueron parte de la estética que modeló su visión de los objetos y las formas.
Llevó a cabo estudios universitarios en psicología, carrera que nunca ejerció a fuerza de desconciertos vitales. El flujo de la vida la llevó a concluir estudios en enseñanza de lengua extranjera para ejercer de manera dubitativa debido al llamado persistente del arte. Laboró por muchos años en educación mientras dedicaba su tiempo libre a concretar sus sueños artísticos. Después de cursar talleres de pintura, escultura, modelado y talla en madera, se encontró en la encrucijada de la docencia o el oficio del artista. Dibujo, pintura y modelado en diferentes medios fueron sus terrenos de asidua presencia en tardes y noches etéreas. Sin embargo, la forma y el objeto se fueron apoderando de sus aspiraciones, concretándose en el modelado, el trazo y la escultura. El llamado persistente del arte y horas de terca reflexión la llevaron a la decisión de dejar la educación y centrar sus esfuerzos en el arte.
Su obra se enfoca principalmente en la exploración del cuerpo como un pretexto para sumergirse en el universo de la existencia. La figura humana está en el centro de su concepción estética, que representa la estructura clásica básica y la incorporación de elementos del neo-simbolismo y expresionismo. En gran parte de su obra podemos ver la amalgama de madera y bronce no como un amontonamiento de materia, sino como un diálogo entre dos seres independientes que trasiegan con la energía de lo inesperado. Seres que surgen de lo inanimado en un intento de transformar lo mineral del bronce en humano casi carne.